domingo, 1 de febrero de 2009

CHAD VANGAALEN . SOFT AIRPLANES . 2008


Un trabajo creado, compuesto, grabado e ilustrado por él mismo, del que se necesitan varias escuchas para tomarle el pulso . Nada obvio.

Soft airplane arranca con “Willow tree”, una preciosa canción que podría haber firmado un Sufjan Stevens más pragmático y oscuro en Seven Swans. De ahí, VanGaalen da un salto a “Bones of man” y la sombra de Neil Young aparece para sobrevolar todo el disco. A partir de ese momento, el canadiense va dando tumbos por el folk (“Molten Light” o “Rabid bits of time”), el indie-rock (“Inside de Molecules”), las influencias sesenteras de Mama’s and The Papa’s o Beach Boys (“Cries of the dead”, “City of Electric Light”), la psicodelia setentera (“Poisonous heads”), el ruidismo pop de Sonic Youth (“Frozen Energon”) e incluso se atreve con la electrónica en “TMNT Mask”, que podría haberse incluido en el disco de Hercules and Love Affaire. Todo aderezado por su característica voz y ese mundo imaginativo y un poco bizarro que se cuela en sus letras.

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